La mota me hace ver todo en blanco y negro, a veces. otra veces es una fiesta de colores nuevos. la creencia en una realidad alterna, superior, inconciente, o de cualquier forma distinta de lo que hay que vemos, fue sustituída por nada, desapareció y ya no está más. tampoco sobrevivió el no comer carne. las ideas de vivir en familia se disolvieron y ya no tienen peso. no sé cuánto es que yo misma he decidido estas cosas. más bien siento que llegaron con el cambio hormonal o simplemente con la fatiga de materiales que hay en mi cerebro. pareciera que se requiere mucha energía para sostener y vivir según las ideas que aprendemos pero que no son nuestra idea de vivir bien.
de las cosas que la mota exacerba es la noción de estar viviendo fuera de la tradición. hay un desenfado, un desinterés por vivir la vida familiar. todo el encanto de ver crecer a las nietas no tiene comparación con vivir el proceso creativo intelectual. porque eso es la pintura, es un asunto mental.
¿Es necesario decir este tipo de cosas? al parecer sí. la presencia aunque lejana de la familia que no está interesada en la producción de obra, que no participa de una investigación de lo propio, con lo personal, es una fuerza intensa hacia una vida cerrada a la creación, sin vulnerabilidades. pareciera como si una artista viviera al margen de toda esa otra vida que se vive al rededor de los hijos.
dos tipos de vida y yo ya elegí.
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