10.7.11

el medio ambiente


Ahí viene la sangre | óleo sobre tela | 45 x 60




la enredadera | óleo sobre tela | 45 x 60


La búsqueda de soluciones para el tema de la figura y el fondo ha dado un par de frutos: dos cuadros nuevos que los he usado para explorar este tema de lo plano y ... lo tridimensional-que-también-es-plano, porque todo es plano en una tela. Esta dualidad que no es dualidad pero que sí son dos modos de representación me intriga mucho.
Viendo la pintura del virreinato con detención, veo que esos pintores, algunos anónimos, también tenían que resolver este asunto. Es decir, todos los pintores saben que una tela es un plano y llegan al punto en que tienen que decidir si absolutamente todo en el cuadro será ilusión o habrá cosas que sean lo que son, es decir, trazos, líneas, manchas, ornamentación, sólo color, etc. La pintura abstracta no cuenta una historia y por eso goza de la libertad para ser lo que es, trazos de un ser humano sobre una tela. La huella del artista en la tela, su trazo, su ornamento, esa es la herencia de la pintura de los tiempos modernos y por mucho que me tiente la pintura clásica, siempre quiero sentir el poder, la libertad de decir: éste es Mi gesto.
He observado en algunas pinturas de la época del virreinato, de la escuela limeña sobretodo, que esos pintores también jugaron con los ornamentos por sobre el realismo del cuadro: son decoraciones que no obedecen a perspectiva ni gradaciones lumínicas que indiquen volumen. Otro ejemplo más popular es Klimt y su mezcla de carne y plano decorativo.

El ornamento del interior del fruto, en el cuadro de más arriba que se llama Ahí viene la sangre, es una copia de un ornamento usado en el cuadro Transverberación de Santa Teresa (anónimo, Museo de Arte Virreinal del Monasterio de San José y Santa Teresa, Arequipa, Perú, que ahora se expone en el Palacio Iturbide). En mi versión, no hay pinceladas con polvo de oro, sino un dibujo sobre óleo fresco con un pincel muy gastado casi romo, como un micro-graffiti.

Por otro lado me interesa el cuerpo imaginado, el cuerpo como avatar, el cuerpo emocional, el cuerpo que piensa y siente. Ni la naturaleza con toda su gloria me distrae de lo que quiero retratar con más ganas: el ser invisible. Y lo quiero hacer lo más real posible, pintado con la técnica realista que mejor pueda hacer. Así es como llego a esta dicotomía del cuerpo y su ambiente, a dos planos de representación, uno que por no tener sustancia material parece fantasioso y el otro que no pretende ser nada más que lo que es, una tela pintada de colores.

Ambos cuadros están a medio camino aún. En ambos he tratado de cuidar las líneas lo más posible y empecé a usar un palo como apoyo para mi mano. Este trabajo de detalle resultó del entrenamiento de los dibujos en el libro de artista que he estado rayando. Digo resultó, porque no me explico cómo es que ahora quiero que el cuadro esté mucho más detallado de lo que nunca he querido hasta ahora.

En cuanto a los círculos en el cuadro La enredadera, no se me ocurrió otra cosa más que usar un compás para solucionar lo que parecían tortas de betabel. No sé si la tela haya sufrido tanto con esos hoyitos como para que en un futuro se rompa, pero lo dudo. Por ahora tapé los hoyitos con un impasto líquido.

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