La verdad es una relación entre la realidad y un enunciado acerca de ella.
La pintura ya no está obligada a contar lo real.
Tenemos la mente y las emociones, y esos son los recursos para inventar una narrativa.
No hay dios ni dioses ni musas ni esencia universal ni conciencia colectiva ni nada que canalizar como si fuésemos marionetas o devotos.
No hay que traer una presencia, porque no existen los fantasmas ni los seres de otras dimensiones.
Cuando no se tienen creencias religiosas se entiende que se tiene infinitas posibilidades de creación y ya no se está buscando algo especial.
Con toda su historia y vivencias y en el marco de la historia del arte, si así lo desea, se construirá un mundo visual único por ser subjetivo.
En la pintura dejamos nuestro propio gusto y nuestra maestría.
La subjetividad es lo que queda observable en la obra. No hay esencia, no hay pureza, no existe una verdad a la cual acercarse. Es una puesta en escena, un constructo hecho de materia e imaginación.
En el arte la mujer puede entrenarse a validar su subjetividad. Es el espacio libre de las fuerzas de la uniformidad, el rigor científico, la lógica.
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