A veces otras personas nos ven mejor de lo que nosotros nos vemos a nosotros mismos. Nuestro punto ciego en el mundo somos nosotras mismas. Es un hecho. No es ninguna weá espiritualosa de trova.
Y "el otro" del que hasta los filósofos hablan mamonamente es el que tenemos al lado. Con quien convivimos. Esa otra persona nos puede ver en lo que importa mucho. Nuestras acciones. Pero, no se puede realmente cachar qué siente el otro todo el tiempo. Porque siempre llevamos anteojos. Así las cosas.
Esa mirada busca patrones; recolectar información, hacer juicios y mira con amor o resentimiento, y responde acorde a esa interpretación. La respuesta a nuestras acciones nos va definiendo.
La primera mirada que recibimos es la de nuestra madre, si somos mujeres esa va a pesar más. y para los hombres, su padre. Ellos nos dicen cómo somos. El espejo compite con esas visiones. uno corrobora o desmiente, miente inventa rediseña esa imposición. A veces el espejo parece cruel al lado de una mirada amorosa. o al revés, el espejo nos muestra una mejor cara que la que nos dijeron que teníamos. Pero el espejo sólo nos devuelve nuestra mirada que tiene anteojos. En algunos casos la propia visión está desequilibrada hacia una visión de nosotras mismas que fue diseñada por nuestros progenitores; eres una princesa, eres una egoísta, eres desordenada, mala, eres buena, eres tonta o inteligente, bonita o feo o nada, silencio, pero con esa te quedas para siempre. o no.
Creamos nuestra propia visión o a veces logramos aunar las dos visiones y tener una visión de nosotras más compleja. Tenemos una dualidad ahí dentro, y luego multiplicidad. Vamos acumulando las impresiones de otros, y acumulamos varias nociones de nosotras mismas, la buena la mala, la rara, la loca, la santurrona, espiritual, y así. Es un hecho que mis amigas del colegio privado de señoritas de familia de derecha conservadora no me ven igual que me ven mis amigas recientes, artistas, madres solas independientes. Soy dos personas muy diferentes. y qué decir de mi grupo de amigas gringas del culto al que pertenecí. o mis amigas de la empresa de inversiones extranjeras en la que trabajé. o el grupo de los hombres, o mi pareja. o mi hermano. mis hijos. cada una de estas relaciones me devuleve una sensación de mi personalidad, distinta.
Y de ahí pasamos a tener un diálogo interior, una conferencia, una constante conversación entre todas esa visiones de nosotras mismas, como muñecas en un estante. son tan diferentes como puede serlo una muñeca de porcelana con una de tela, con una de plástico, una digital, una de papel. cada cual a su propia escala, chiquitas, gordotas, tiesas o de físico imposible. Juntas se ven como una convención de las naciones unidas.
Esa mirada busca patrones; recolectar información, hacer juicios y mira con amor o resentimiento, y responde acorde a esa interpretación. La respuesta a nuestras acciones nos va definiendo.
La primera mirada que recibimos es la de nuestra madre, si somos mujeres esa va a pesar más. y para los hombres, su padre. Ellos nos dicen cómo somos. El espejo compite con esas visiones. uno corrobora o desmiente, miente inventa rediseña esa imposición. A veces el espejo parece cruel al lado de una mirada amorosa. o al revés, el espejo nos muestra una mejor cara que la que nos dijeron que teníamos. Pero el espejo sólo nos devuelve nuestra mirada que tiene anteojos. En algunos casos la propia visión está desequilibrada hacia una visión de nosotras mismas que fue diseñada por nuestros progenitores; eres una princesa, eres una egoísta, eres desordenada, mala, eres buena, eres tonta o inteligente, bonita o feo o nada, silencio, pero con esa te quedas para siempre. o no.
Creamos nuestra propia visión o a veces logramos aunar las dos visiones y tener una visión de nosotras más compleja. Tenemos una dualidad ahí dentro, y luego multiplicidad. Vamos acumulando las impresiones de otros, y acumulamos varias nociones de nosotras mismas, la buena la mala, la rara, la loca, la santurrona, espiritual, y así. Es un hecho que mis amigas del colegio privado de señoritas de familia de derecha conservadora no me ven igual que me ven mis amigas recientes, artistas, madres solas independientes. Soy dos personas muy diferentes. y qué decir de mi grupo de amigas gringas del culto al que pertenecí. o mis amigas de la empresa de inversiones extranjeras en la que trabajé. o el grupo de los hombres, o mi pareja. o mi hermano. mis hijos. cada una de estas relaciones me devuleve una sensación de mi personalidad, distinta.
Y de ahí pasamos a tener un diálogo interior, una conferencia, una constante conversación entre todas esa visiones de nosotras mismas, como muñecas en un estante. son tan diferentes como puede serlo una muñeca de porcelana con una de tela, con una de plástico, una digital, una de papel. cada cual a su propia escala, chiquitas, gordotas, tiesas o de físico imposible. Juntas se ven como una convención de las naciones unidas.
Cuando pinto personajes estas percepciones que he acumulado, de mí misma y, de muchas otras mujeres y hombres, de los otros, en tantos lugares en los que he estado, y de ficción también, en novelas leídas, películas... se aglomeran, por salir representadas. Todas esas personalidades quieren un cuerpo. Así también algunas mujeres hablan de que sienten todos los bebés que quieren venir al mundo a través de ellas. El pintor Bill en la novela de Siri H. dice que quiere tener muchos hijos y poblar el mundo con sus hijos. Pues no es un pensamiento exclusivo de un hombre pintor.
Por eso digo que lo que pinto son muñecas. Con las que me enamoro y luego desprecio como cualquier niña que quiere muñecas nuevas. Las visto las peino las adorno las hago hacer cosas imposibles. Para mí todas son bellas cuando son novedad. Luego pierden su brillo porque les veo sus defectos. Todas nacen reinas bellas. Y es extraño porque me he dado cuenta que lo feo que podría haber de una muñeca no es lo que me imaginaba. Pueden ser deformes gordas flacas sueltas rígidas religiosas asexuales o cachondas serias o simples y todo lo que pueda pintar mientras los ojos estén animados correctamente, el juego está vivo. Cuando recién asoman su humanidad en un solo ojo, y hasta que todo su entorno queda fijo, es lo más divertido.
Por eso digo que lo que pinto son muñecas. Con las que me enamoro y luego desprecio como cualquier niña que quiere muñecas nuevas. Las visto las peino las adorno las hago hacer cosas imposibles. Para mí todas son bellas cuando son novedad. Luego pierden su brillo porque les veo sus defectos. Todas nacen reinas bellas. Y es extraño porque me he dado cuenta que lo feo que podría haber de una muñeca no es lo que me imaginaba. Pueden ser deformes gordas flacas sueltas rígidas religiosas asexuales o cachondas serias o simples y todo lo que pueda pintar mientras los ojos estén animados correctamente, el juego está vivo. Cuando recién asoman su humanidad en un solo ojo, y hasta que todo su entorno queda fijo, es lo más divertido.
Y bueno, muchas cosas resultan de jugar con muñecas. Eso bien lo saben los actores y bailaoras, y escritores. Esto compartimos. Jugar con personajes me conecta con la diversidad de nuestra especie. Las rubias las negras las morenas las pálidas las oscuras. las malas las narcisistas las generosas. las depres las positivas las independientes las co-dependientes. Nuestra especie es muy diversa no solo en cuanto a su apariencia. somos neuro-diversos. y nuestros rasgos tienen diferencias muy muy sutiles.
Siento que eso fue importante biológicamente, se favoreció por alguna razón que aún no sabemos, o es importante ahora, con esta nueva normalidad pandémica. Para respetar a la naturaleza, no basta con admirarla y verla como lo otro. Por eso lo de los anteojos. Ver la naturaleza como algo que está allá afuera como objeto no nos sirve, ahora lo sabemos después de que hemos destruído tanto y a tantos. Ser espectadores de la vida, y creer que es un cuento de hadas, o sea, animarla, mitificarla, o incluso apapacharla en una mascota... deja tú comerla, lavarla y limpiarla hasta quitarle todo lo vivo... no puede ser bueno.
Tenemos que vernos como un todo, ver que la naturaleza es lo que somos. Nada no es naturaleza, excepto por lo que tenemos en nuestra mente, quizás, no sabemos si es o no es natural lo que está en nuestra mente, nuestras ideas... a veces se siente muy artificial. Si eso artificial es lo que usamos para ver lo natural... ¿qué tanto entendemos quiénes somos? en otras palabras; who in the world am i? como preguntó Alicia.
La analogías y metáforas que apuntan a mostrarnos lo que es fundamental para el bienestar de la humanidad, son las que me interesa ver en mis muñecas. Lo que considero fundamental es ver que somos animales depredadores. ¿como si quiera empezar a ver nuestro lugar en el mundo si no conectamos con esa conciencia de especie primero que nada?
Me gusta pensar que mis personajes están conscientes de su animalidad, que saben que no hay mucho qué hacer acá, excepto ser estos animales que somos, con este lenguaje y este conocimiento de nosotros mismos. ser mujer madre significa poseer un constante nexo con nuestra animalidad. ser humanas con tetas y vulvas visibles, vivir tocar sentir las partes de nuestro cuerpo de mujeres nos recuerdan, cada día, que salimos de una cueva acuática más indefensos que un renacuajo y con la capacidad de llegar a la Luna si eso es lo que queremos. Nuestra naturaleza animal inseparable de las oscuridades de la personalidad, esas imágenes, son las que me interesan. Las relaciones que nos recuerdan que tenemos una ceguera, que nos recuerda que no somos dioses, que podemos andar como ciegos, juntos en una hilera, dando tumbos hasta destruir todo a nuestro paso, por egoístas e inmaduras. o por daño o por mala suerte de combinación de genes.
Siento que eso fue importante biológicamente, se favoreció por alguna razón que aún no sabemos, o es importante ahora, con esta nueva normalidad pandémica. Para respetar a la naturaleza, no basta con admirarla y verla como lo otro. Por eso lo de los anteojos. Ver la naturaleza como algo que está allá afuera como objeto no nos sirve, ahora lo sabemos después de que hemos destruído tanto y a tantos. Ser espectadores de la vida, y creer que es un cuento de hadas, o sea, animarla, mitificarla, o incluso apapacharla en una mascota... deja tú comerla, lavarla y limpiarla hasta quitarle todo lo vivo... no puede ser bueno.
Tenemos que vernos como un todo, ver que la naturaleza es lo que somos. Nada no es naturaleza, excepto por lo que tenemos en nuestra mente, quizás, no sabemos si es o no es natural lo que está en nuestra mente, nuestras ideas... a veces se siente muy artificial. Si eso artificial es lo que usamos para ver lo natural... ¿qué tanto entendemos quiénes somos? en otras palabras; who in the world am i? como preguntó Alicia.
La analogías y metáforas que apuntan a mostrarnos lo que es fundamental para el bienestar de la humanidad, son las que me interesa ver en mis muñecas. Lo que considero fundamental es ver que somos animales depredadores. ¿como si quiera empezar a ver nuestro lugar en el mundo si no conectamos con esa conciencia de especie primero que nada?
Me gusta pensar que mis personajes están conscientes de su animalidad, que saben que no hay mucho qué hacer acá, excepto ser estos animales que somos, con este lenguaje y este conocimiento de nosotros mismos. ser mujer madre significa poseer un constante nexo con nuestra animalidad. ser humanas con tetas y vulvas visibles, vivir tocar sentir las partes de nuestro cuerpo de mujeres nos recuerdan, cada día, que salimos de una cueva acuática más indefensos que un renacuajo y con la capacidad de llegar a la Luna si eso es lo que queremos. Nuestra naturaleza animal inseparable de las oscuridades de la personalidad, esas imágenes, son las que me interesan. Las relaciones que nos recuerdan que tenemos una ceguera, que nos recuerda que no somos dioses, que podemos andar como ciegos, juntos en una hilera, dando tumbos hasta destruir todo a nuestro paso, por egoístas e inmaduras. o por daño o por mala suerte de combinación de genes.
El Quique me contó ayer que por otra tierras, lejanas, en África, existieron cuentos distintos sobre nuestro lugar en el mundo. La cosa estaba repartida entre los dioses y el caos. Los humanos asistían a los dioses a combatir el caos. No hay pinche bien ni mal. El caos es al que hay que vencer.
Me declaro de esa filosofía. No me lancé al desorden cuando era joven porque me gustara. No conocía nada de nada. Y aprendí. Y ahora mi vida está ordenada. Soy pintora de imágenes de humanas en el proceso de hacerse conscientes de su percepción del otro como extraño, diferente y misterioso. Ellas miran y muestran, apuntan y sugieren algo que se nos escapa como espectadores. la pintura es un espejo, sí. soy yo mostrando algo. pero no es un yo personal, es un yo cualquiera. cualquiera puede darse por aludido. no hay realismo excluyente. trata de ser poesía aunque sabe sus limitaciones. eso la hace poética por definición, por objeto inútil.
hasta aquí.
hasta aquí.