Mi mami me pregunta porqué pinto. Trata de preguntar y adivinar para entender. Piensa que talvez me ofende con la pregunta pero no hay nada de eso. La razón no está explícita en mi obra y no es obvia.
Sí podría pensarse que quien pregunta piensa que la razón no está clara porque a su ojos la obra no es lo suficientemente buena como para que se justifique pintar. Yo creo que es por esta interpretación de la pregunta que precisamente mucha gente no pinta, incluso cuando están conscientes de que les encanta. Algunos niños pintan y dibujan mucho, tranquilos por horas, coloreando. Hasta que dejan de hacerlo. Mi teoría es que un niño deja de pintar porque no le satisface lo que ve. Los trazos sueltos y espontáneos, el color impreciso y libre de la realidad lo avergüenza y ya no siente orgullo de su creación. No quiere mostrarlo a nadie y como en su casa no tiene privacidad, decide no pintar más. Cuando llega a la edad en que puede comparar, en que puede juzgarse y criticarse, se acaba la pintura. ¿Qué ocurre en ese momento? Yo creo que el dibujo se vuelve difícil. Dibujar se vuelve emocionalmente agotador y todo el esfuerzo puede quedar sepultado por un comentario inapropiado de alguien que nos importa.
Una buena educación para las artes debe incluir una enseñanza de manejo de emociones. No solo por el hecho de que debemos enfrentarnos a nuestras limitaciones a cada trazo, a la batalla entre ideas y materialidad, si no porque las imágenes que creamos están inspiradas en emociones y cosmovisiones, deseos y odios. Puede que juguemos con valores negativos y exorcismos. Al ser percibidos por otro set de ideas y sentimientos, por prejuicios (quién no los tiene?) el resultado puede ser explosivo. No podemos controlar lo que el espectador percibe, podemos sugerir, persuadir, enrostrar o agredir, ridiculizar o ensalzar realidades y debemos estar preparados para las reacciones y respuestas. Si el objetivo es desarrollar recursos para una vida de artista, debemos entender que nuestra obra está separada del resto de nuestras acciones, de lo que creemos que somos. La obra no es lo que somos (como si eso fuese siquiera posible), como mucha gente dice y cree, sino que son ejercicios de creación en un largo proceso de búsqueda de imágenes con objetivos diversos y cambiantes.
La pregunta del por qué de la actividad artística es la pregunta sobre la finalidad de ponerse en un lugar de vulnerabilidad. ¿Para qué (te) expones? ¿Para qué muestras algo íntimo, personal, al parecer muy importante para ti? Es la pregunta por el objetivo del acto poético, la pregunta por lo que no tiene meta utilitaria, por lo que no es obvio ni está explícito en cuanto a la manera en que nos reditúa.
El valor de la actividad artística está en entredicho sobretodo porque la manufactura como valor, en los círculos del arte, está arrinconada, ninguneada. Sin embargo, como el valor de la manufactura, del proceso de elaboración manual con técnica y pasión nunca va a quedar obsoleto en la psiquis humana, se ha abierto una brecha en la apreciación de la actividad artística. No es de sorprendernos que los conspiracionistas piensen que, una vez más como con los abstractos hace 70 años, los gobiernos nos quieren quitar la pasión por la figuración.
Eso fue muy específico.
El tema es sobre la pregunta ¿por qué pintas? Y hay que tomarla por el lado amable; que es por lo demás como siempre se deben tomar las preguntas. Es la oportunidad para decir lo importante que es para una, el proceso creativo.
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