La fantasía es un sistema, observable en la literatura y en las artes visuales (López Casas, 2013) que confronta lo conocido con lo desconocido. Bajo este alero y en mi pintura, la humana es lo conocido de todo lo que vemos. La carne, la piel, se ve realista. Esta es una técnica heredada que usa transparencias; es la tradición flamenca de las veladuras y consiste en modelar con verdes (puede ser cualquier color frío y probar ese rango es muy divertido) y blanco, en el fondo. Y luego que está totalmente seca esa capa, se aplica barniceta, como un mueblista, y cubres todo con sienna natural (de aquí sí que no me he movido) que junto al blanco, va a construir un velo de luz cálida sobre los volúmenes en la capa inferior. Y esto hay que hacerlo para entenderlo.
Esta manera de pintar la piel es la que permite mayor similitud, gatilla ese instinto del ojo de completar, de suponer lo que no está definido. Es un viejo truco. Le das al ojo lo mínimo para que solito construya la imagen que sin duda va a contener pedacitos de su propia cosecha. Así pintada esta piel humana, está en el extremo opuesto de lo abstracto que aspira a ser libre de asociaciones figurativas, miméticas. Una pintora lo que hace es construir una imagen para que una espectadora la mire y la use para tener una experiencia emotiva. ¿Qué más emotivo que la humana misma? Considerando los últimos estudios sobre psicología (Richard Lippa) y lo que sabemos sobre el cerebro masculino y femenino con el estudio de la biología, parece que esta inclinación por la figura femenina, por construir relaciones y establecer vínculos, el tema central de lo que hago, es el tema femenino realizándose a sí mismo. Mi biología hablando por ella misma. Mi cerebro hablando por sí mismo mirándose a si mismo siendo mujer. De igual manera que en Noruega la sociedad más igualitaria, las mujeres deciden en su gran mayoría por lo que tradicionalmente han hecho las mujeres, y no llegan a completar la cuota de 50/50 con los hombres en las cosas que hacen los hombres. Pues ya lo sabemos, resulta que no sólo somos hijas de nuestras culturas. Somos animales también.
No quiero ver un cuerpo más distorsionado, disectado, deconstruido, borroneado, ensangrentado, mutilado, menospreciado, ninguneado por un mal entendido de nuestro lugar en el mundo. Por un mal entendido de lo que el arte debe ser.
Es posible que con esta idea de que no existen los aspectos biológicos para los estudiosos del género, la academia no puede alcanzar a considerar que la pintura de mujeres cuando está libre de la presión de tener que encajar, de tener que vender, se muestra femenina. simplemente femenina. amorosa, cariñosa, figurativa, narrativa, sexosa, cálida, como una madre, como una maestra, como lo más animal que tenemos que somos y que mientras nos ponemos a luchar por nuestros derechos no debemos nunca abandonar porque si abandonamos ese mirada cariñosa, ¿qué va a ser de nosotras?
Ahora bien, como dicen en las películas. ¿Acaso la espectadora está consciente de lo que está sucediendo entre mi imagen, su ojo, y su cerebro?