Lo que muestro aquí corresponde a los ejercicios de pintura que realicé con dos alumnas, mis primeras dos alumnas, en una serie de cuatro sesiones. Se trabajó con acrílico sobre papel en tamaños pequeños de 30 x 40 cms. Estos fueron los objetivos de cada sesión:
1. comenzar por manchar el papel con manchas o rayas tratando de no hacer nada figurativo, es decir, sin intentar dirigir las formas hacia algo reconocible.
2. En un segundo momento se busca rescatar algunas de las manchas desde el fondo y volverlas más predominantes.
3. Habiendo avanzado hasta aquí sin saber hacia dónde va la imagen, digamos que reconociendo el caos desde donde surge toda creación... en esta tierra fértil del propio gesto e inclinación abstracta de temperamento, a continuación se definen una apariencia final de la composición y sus elementos.
4. En este último paso se trabaja editando la imagen: limpiando, puliendo, resaltando, ocultando o enfatizando. No hay otra guía que el propio gusto.
Algunas observaciones sobre el ejercicio de taller:
1. Esta estructura básica y bastante libre de introducción a la pintura no necesariamente acabó con imágenes figurativas, como se puede apreciar. Esto me gustó porque aún habiendo aplicado un método que yo a menudo uso para pintar figuración, el método en sí no lleva a lo figurativo. Ya sé que esto ahora parece obvio, pero tenía que verlo para creerlo. No quisiera estar desarrollando un método que se limitara solamente a la producción de pintura figurativa. Ver cosas en las manchas no necesariamente implica que lo que se verá ahí será figurativo. Ya se ha dicho mil veces: vemos lo que queremos o podemos ver. Este método seguro más viejo que Da Vinci quién lo menciona en su tratado de pintura, es una puerta hacia el descubrimiento de lo personal en la pintura.
2. Las alumnas se vieron confrontadas con sus propias ideas de cómo se construye una pintura de manera experiencial. Lo que va quedando pintado es percibido como una extensión de nosotras. Esta proyección es algo que ocurre en las primera incursiones con la pintura y que a veces se trata de evitar concentrándose en ejercicios con objetivos más controlados que den resultados convencionales y menos emocionalmente complejos. Pero ver lo que hacemos como extensión de nuestra personalidad es un impulso para avanzar hacia una imagen no convencional. Creo que esta identificación con lo hecho pone en movimiento un juicio sobre lo hecho que revela nuestras estructuras de valores estéticos, que muchas veces están ligadas a valores más generales segun los cuales tomamos decisiones en la vida sin tenerlos conscientes. La interacción con la imagen que vamos creando nos va dando claves para conocernos a nosotras mismas. A mí me parece esto algo muy valioso de la pintura construida de esta manera. Lo que ocurre cuando construimos una imagen copiando una foto o un modelo vivo, es decir, sin esta confrontación tan directa con nosotras mismas, los asuntos que surgen quedan claramente enmarcados en términos de experiencia, talento, capacidades, etc.; es decir, del conocimiento de nosotras mismas se resalta el conocimiento de nuestras capacidades, pero no tan directamente un asunto de valores estéticos que tarde o temprano hay que confrontar. A esa área más compleja y más interesante de la relación entre imagen y temperamento del artista se puede llegar directamente con esta manera de introducir la pintura.
3. este no es un curso para menores ni gente que quisiera sentir que invertió bien su dinero porque se quedó con una pintura de mucho interés. A pesar de que pudieran haber casos como mis alumnas aquí que sí crearon por lo menos una pieza cada una que les acaparó su interés, lo que quiero decir es que este ejercicio está enfocado más en capitalizar en la experiencia del proceso más que en el objeto, por lo tanto habría quizás que especificarlo como un taller experimental de técnica compositiva.